En internet hay cosas censurables y la gente se puede enganchar a algunas de ellas, lo mismo que en la tv. Y en las ciudades que acogen eventos como una eurocopa puede aumentar la prostitución, pero no son casos comparables a un macrocomplejo de casinos con hoteles y espectáculos.



Porque el juego en los casinos tienen algo malo en sí mismo, y es que provocan un afán de enriquecimiento rápido que nace de impulsos como la codicia, fomentan una baja pasión ó debilidad que está en todos nosotros y que se activa más cuanto más nos influya el entorno. Pensar que una persona por ser adulta está siempre a salvo de este tipo de debilidades es una utopía. Por eso la Iglesia no condena el juego si es con moderación, pero tiene que criticar un macrocomplejo creado precisamente para que la gente juegue sin moderación.

En un sitio como Las Vegas, el entorno está creado al rededor y en función del juego, sin embargo en las ciudades normales el juego es algo periférico.

Seguramente por eso el juego tal como se da en Las Vegas está ó ha estado prohibido en varios estados de EE.UU. y sitios como Las vegas y otros semejantes son la excepción.

La función de internet no es provocar bajas pasiones sino comunicarse, lo reprobable; pornografía, juego.... de internet es periférico, y lo mismo en la tv. El hecho en sí de navegar por internet no provoca caer en una debilidad, y lo mismo ver un partido de fútbol.

Además de fomentar una debilidad, el juego en los casinos es una ilusión que puede ser adictiva, porque se sabe de antemano que la inmensa mayoría de los que juegan van a perder, en eso consiste el negocio. Sin embargo todo lo que rodea a los casinos, hoteles, espectáculos... incita a jugar y puede hacer que muchas personas que en otras circunstancias no lo harían, se sientan tentados a jugar.

Un empresario de casinos querrá que las personas se enganchen a jugar una y otra vez pensando que en la próxima jugada pueden ganar y/ó pueden resarcirse de lo perdido, usará las técnicas ya puestas en prácticas en Las Vegas original para atrapar al jugador el mayor tiempo posible.

Es de prever que a un empresario de casinos le importará menos lo que le pase a los visitantes cuanto menos relación filial tenga con ellos, a unos inversores norteamericanos les importará poco que unos españoles se enganchen al juego o el mal ambiente de prostitución y delincuencia que se de al rededor, quizás encubierto por las excepciones legales que hayan conseguido antes de elegir dónde coloca una inversión.

Los inversores en este tipo de negocio pondrán a un encargado en un casino, quizás español, ¿qué hará el encargado para hacer lo más rentable posible el negocio, para ser un buen empleado y tener contentos a los jefes?, intentará que los jugadores se gasten la mayor cantidad de dinero apostando una y otra vez.

En el fondo es el capitalismo sin moral llevado a la práctica, las personas están al servicio del negocio de unos pocos, en vez que el producto del trabajo esté al servicio de las personas.

La promesa de puestos de trabajo e inversión son el señuelo para que sea aceptado este tipo de macrocomplejos, pero como pasa en otras situaciones se propone un mal con apariencia de bien, ahora apelando a que pasamos por una situación económica difícil. Nos puede deslumbrar la promesa de una cuantiosa inversión, pero a cambio de corromper un poco más nuestra sociedad.

En el mejor de los casos sería un mal general para la sociedad, promover malas costumbres incluso como atracción turística, por el beneficio de unos pocos que obtengan un puesto de trabajo.

Y que ya existan malas costumbres nos debería motivar a intentar cambiarlas, pero no a promover una con la excusa de que ya se dan en los rincones de la sociedad ó se dan otras igual de malas ó peores, y aún menos con apoyo institucional.


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