FRANCO

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Resulta verdaderamente triste pero muy esclarecedor en cuanto a la profunda decadencia en que vive España en estos días que la figura histórica de Franco permanezca oculta para las nuevas generaciones bajo un aluvión de tópicos, leyendas absurdas y mentiras que a pesar de no resistir ningún análisis mínimamente juicioso sin embargo se imponen sin apenas oposición intelectual como una verdad oficial e incuestionable en los medios de comunicación, en la docencia y entre la mayoría de los historiadores.



Se ha pretendido disminuir la dimensión de Franco y a la vez hacerle único responsable de todos los males que según los autotitulados progresistas, asolan nuestra sociedad y frente a los que parece ser, han resultado insuficientes los avances obtenidos tras treinta años de democracia. Así el actual ministro socialista señor Bermejo achacaba el deficiente funcionamiento de la administración a la herencia del franquismo, su correligionario el economista Sebastián dice que la crisis del sector inmobiliario es consecuencia de la mentalidad franquista que todavía permanece en la clase media y que valora en exceso la posesión de una vivienda en propiedad. Hasta Zapatero explicaba la necesidad del laicismo porque no es admisible en una sociedad democrática y avanzado se tolere la influencia del nacional catolicismo de Franco. 



La realidad es que Franco es una de las figuras más importantes de la historia de España y de Europa. Fue el mejor militar de la guerra de Marruecos, el salvador tras el desastre de Annual, el hombre decisivo en el desembarco Alhucemas y en la ofensiva que después derrotó definitivamente a los rifeños. Si la Legión surgió como una idea de Millán Astray a imitación de la Legión Extranjera francesa fue Franco quien forjó casi de la nada La Legión española y bajo su mando como comandante en jefe del Tercio afianzó su personalidad única como fuerza de choque de la infantería española. Sin Franco en definitiva, el resultado final de la larga guerra de Marruecos hubiera sido muy distinto al de la victoria total de España sobre Mohamed Abdel Krim. Durante quince años combatió en la Guerra de África ininterrumpidamente en primera línea y alcanzó todos sus ascensos desde capitán hasta general por meritos de guerra.



Franco fue el creador de la Academia General del Ejército y lo hizo también como con La Legión desde la nada. Todavía hoy esa institución que en lo fundamental sigue siendo aquella que concibió y creo Francisco Franco, es uno de los pilares mas firmes que permiten la supervivencia del ejercito incluso en una época tan refractaria al espíritu militar como esta.



Franco ideó el plan de operaciones para aplastar la revolución socialista de 1934 contra la Republica. Fue el autentico director del despliegue militar que en tan solo dos semanas acabó con la derrota sin paliativos de las poderosas milicias armadas del Partido Socialista. Cierto que formalmente el comandante en jefe fue le general Eduardo Ochoa, sin embargo el mando, los planes y el mando efectivo sobre las fuerzas en Asturias siempre pertenecieron a Franco.

Si en 1939 en lo esencial termina el Franco de las guerras, surgirá el gobernante que conducirá a España durante cuatro décadas de paz. Seis meses después del fin de nuestra guerra comienza la Segunda Guerra Mundial y se terminan las esperanzas de una reconstrucción. España salía de una cruenta contienda de tres años que había asolado prácticamente la totalidad del territorio. Sin reservas de oro ni de divisas que tan siquiera dieran cierto valor a la peseta en los mercados internacionales. No había trigo suficiente para alimentar a la población, no había con que dar de comer a los españoles y tampoco había dinero para comprar esos alimentos fuera de España. Para colmo de males el resultado de la segunda guerra mundial deja a España no solo aislada sino convertida en el enemigo común de los aliados vencedores. Y de nuevo milagrosamente, como antes sucediera en Marruecos y después en la guerra de España, en medio de dificultades insalvables, Franco está edificando una España nueva de paz, de prosperidad, de trabajo, de justicia social para todo el pueblo. Una España que construirá presas y centrales nucleares, creará siderurgias y astilleros, que fabricara camiones y coches y trazará redes de ferrocarril y de carreteras en todo el territorio. Y todo esto sin ayuda ninguna, sin plan Marshall, con los americanos primero en contra y después siempre reticentes a Franco.



Una España que por primera vez en su historia ofrece a sus hijos la posibilidad de una verdadera educación para todos, dependiendo solo del talento y el esfuerzo personal de cada estudiante. Una España con Hospitales, con una sanidad gratuita para todos los trabajadores: la Seguridad Social, una obra y un logro único en todo el mundo. Una España que desconoce la delincuencia organizada, que tiene la más baja población penal de occidente. Y los más bajos índices de suicidios y de delincuencia juvenil. Y menos policía que ningún otro país de Europa. 



Con aquella España de 1939, llena de miedo y de hambre; y de horror. Con aquellos niños que soñaban con una plato de lentejas y unas alpargatas. Con aquella España que desde 1815 no ha conocido sino la perdida de imperios y colonias, guerra civiles, golpes de estado, cambios de reyes tarados por republicas caóticas. Con aquel pueblo español que no conocía sino desesperación y humillación, el odio entre las clases sociales, el odio de los partidos políticos, la desunión entre los hombres y las tierras de España, Franco hizo una España nueva y un pueblo nuevo: una Estado Nacional, de Justicia Social para todos, con la seguridad total en las calles de pueblos y ciudades, con una industria que en su conjunto era la octava del mundo, una potencia agrícola y pesquera hasta entonces desconocida, que conjugaba el respeto a la propiedad con la intervención regularizadora del estado en la economía para salvaguardar el interés nacional, pioneros en la tecnología nuclear, una nación que fabricaba sus propios ordenadores, reactores militares y satélites. Y un Estado que hacía suyos los principios morales de la religión católica y protegía y hasta veneraba a la Iglesia.



De sí mismo dijo Franco: “Creo y deseo no haber tenido otros (enemigos) que aquellos que lo fueron de España, a la que amo hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida, que ya sé próximo.”. Y así fue, sus enemigos fueron los enemigos de España y a todos los derrotó en vida, aún alguna batalla como el Cid les ganó después de muerto. Entregó su aliento en la habitación de un hospital de la Seguridad Social como cualquier obrero jubilado y vivió con la austeridad que rayaba lo maniático, comía a diario el mismo rancho que los soldados que hacían guardia en el Pardo. Lo dejó todo atado y bien atado. Doy fe que todo lo han desatado en estos treinta años.



Me veo a mí mismo apenas un niño haciendo cola para rendir el último homenaje a sus restos, para darle las gracias, para decirle Adiós. Nunca lo pude hacer, aquella cola era interminable y tuve que regresar ya muy de noche a casa, andando desde el Palacio de Oriente. Me veo a mi mismo algunos años antes de la mano de mi padre corriendo para verle aquellla mañana que todavía no se porqué pasaba por mi calle. Solo oía Franco, Franco, Franco; mientras mi padre me levantaba sobre los hombros para que pudiera verle. No ha pasado un solo día de mi vida que no escuche desde ese lugar intangible que guarda el alma de un hombre aquellas voces... Franco, Franco, Franco. Pido a Dios que no me abandonen nunca.



Madrid, Junio de 2008.



Manuel Angel Pérez Aldana. Resumen de la conferencia pronunciada el pasado viernes 20 de junio bajo el título de “Franco” en el salón de actos de la sede nacional de La Falange (C/ Castelló, 25 – 2º D de Madrid).

Fuente: infonacional

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