La insistencia de los ataques a los católicos de Cesar Vidal (II). Miedo a la libertad






Vidal en su última entrega (la 21) nos dice que tenemos miedo a la libertad por ser católicos y para demostrarlo trae a colación un texto del Papa Gregorio XVI escrito en 1832. Y lo que hace es propio de la memoria histórica de Zapatero, esto es traer al presente hechos de hace mucho tiempo sacados de su contexto para intentar demostrar afirmaciones del presente. En vez de juzgar hechos del presente con las posturas que se tienen ahora, porque las posturas se adaptan a los tiempos, si en una época se persigue a la Iglesia con actos violentos y confiscatorios como en el siglo XIX, es comprensible que los textos de los Papas y los obispos sean críticos con la situación. Más cuando en el siglo XIX los daños eran muy graves comparados con hoy y difíciles de reparar. Imaginamos que cuando Rajoy ganó las elecciones para compensar el déficit se propusiera sustraer a la Iglesia por ejemplo las catedrales para venderlas en subasta a personas privadas, desalojando a los sacerdotes que las atienden ahora, pues eso se hizo en España. También en nombre de la libertad se había liquidado hacía poco más de treinta años al rey de Francia porque en su parlamento se votó a favor de ello, creo que por un voto de diferencia. Y Napoleón invadió media Europa. Todo el siglo XIX estuvo acompañado de altercados y revoluciones por esta causa.

Charles Dickens escribía en HISTORIA DE DOS CIUDADES (1859);«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.»

Las revoluciones y hechos confiscatorios del siglo XIX no surgieron de forma espontánea de un día para otro, sino que fueron sembrados por escritos que uno tras otro fueron formando una postura contraria a la Iglesia y al orden de la sociedad. De la misma manera que durante la república española, el furor anticlerical y el espíritu de rebelión no surgió de forma espontánea sino que había sido sembrado pacientemente por escritos y discursos (por cierto, lo que ha intentado volver a sembrar Zapatero y sus compañeros de partido y en parte han conseguido). No tienen nada de extraño que un Papa alertase del peligro de este tipo de escritos, si luego hemos visto por la evolución de la historia que estaba en lo cierto.

Y en esos años había un problema añadido que ahora existe menos, que era difícil remediar cuando una persona ó una institución era difamada y/ó se llamaba a la rebelión, porque no había como ahora medios de comunicación con los que llegar a todo el mundo y menos aún al pueblo llano. No se podía hacer una rueda de prensa para desmentir una acusación que a uno le pareciese injustificada ó sencillamente exponer una postura sobre algo y que luego cada cual decidiese. Y aprovechando el nivel cultural bajo de la gente se extendían ideas como que las monjas regalaban caramelos envenenados, cosas de ese nivel. Sólo hay que ver en la historia la chispa que encendió la quema de conventos de 1931, una nimiedad de altercado entre monárquicos y republicanos y si esta nimiedad fue la chispa de algo tan trágico es porque antes se había estado sembrando.

El caso es que cuando se propone la libertad de imprenta como un absoluto, también se está defendiendo que se difundiesen falsedades anticlericales y rebeliones revolucionarias que hacían uso de esa libertad y que como hemos dicho eran difíciles de contrarestar.

En nombre de la libertad de imprenta se extendió El Capital de Carlos Marx (1867) y todos sabemos el resultado que tuvo. Ahora se dice que el marxismo no es libertad, pero al mismo tiempo se defiende ó se defendía en el siglo XIX en nombre de la libertad de imprenta que esas ideas tenían el derecho a extenderse libremente. Y de esos polvos los lodos que luego vinieron, o como decía Vázquez de Mella se ponían tronos a las premisas (la libertad de imprenta como un absoluto) y cadalsos a las conclusiones (la crítica cuando el materialismo marxista se llevó a la práctica). Así pues, dar libertad de extenderse ideas como el marxismo, el nazismo ó la defensa del aborto por ejemplo sí puede ser pecado (desde el punto de vista de la religión) si en ese momento se tiene consciencia de que son perjudiciales para el ser humano si se llevan a la práctica. Sino como dice el Papa sería dejar hacer un mal para el hombre y colaborar con él por omisión a sabiendas.

El caso es que si aceptáramos tal cual un texto escrito hace casi doscientos años para intentar demostrar que la Iglesia Católica es intolerante, siguiendo esa misma regla podríamos traer al presente las distintas revoluciones del siglo XIX y XX promovidas en nombre de la libertad para intentar demostrar (en el que caso que lo pretendiéramos) que los defensores de la libertad actuales son semejantes a ello. A nosotros nos parece sin sentido esta forma de argumentar sacando hechos del pasado de su contexto para demostrar afirmaciones del presente, pero si Vidal se propone hacerlo esta regla debería valer para todos.

Zapatero con la memoria histórica mientras pretendía estigmatizar a uno de los bandos forzó a revivir también lo malo llevado a cabo por la izquierda en la República y en el bando republicano, ¿al final con qué beneficio? sembrar discordia. Y es lo que parece que se ha propuesto Vidal, sembrar discordia y reabrir heridas entre católicos y protestantes (no hay más que ver las agrias disputas de los comentarios de su blog), y sembrarla también entre los distintos formas de valorar nuestro pasado, forzado a tomar partido y creemos que en ese revuelo ganar él en protagonismo. Lo mismo que intentó Zapatero al reabrir las heridas de la guerra civil.

¿Sino porqué de repente le surge esta furia literaria anticatólica después de haber trabajado varios años en la COPE emisora propiedad de la Conferencia Episcopal Española, coincidiendo con la llegada al poder del Partido Popular?. Si no es por una razón de este tipo es que los años que trabajó en la COPE se comportó como ¿una persona con dos caras?, porque es de suponer que "ya pensaba" todo esto que nos lleva contando en 21 entregas (hasta ahora), y pensándolo cada día acudía a trabajar siendo empleado de una emisora católica. Y como se dice coloquialmente si pensaba ya todo lo malo de los católicos que nos ha contado tenía mucha capacidad de disimulo, siendo además director y presentador de un programa importante en la tarde-noche, no era un empleado que hace un trabajo anodino cambiando enchufes. Además que si ya pensaba todo lo malo de los católicos que denuncia ahora ¿qué principios y valores puede enseñar?, colabora con lo que él cree que es el mal ¿porque le conviene económicamente y mientras tanto deja a un lado lo el cree unos principios tan importantes como para escribir 21 artículos ininterrumpidos?.

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