Defender la vida siempre
Marzo de 2008
Queridos hermanos y hermanas:
Como sabéis, la Iglesia en España ha venido celebrando la Jornada de la Familia y de la Vida en la fiesta de la Sagrada Familia, es decir, el último domingo del año natural. La Conferencia Episcopal Española, siguiendo orientaciones de la Santa Sede, decidió el pasado mes de noviembre instituir una Jornada específica por la Vida a celebrar todos los años el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor, que este año celebraremos el día 31. Pocas fechas son tan aptas. Como dicen los Obispos de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para esta Jornada, “el misterio de la Encarnación del Señor nos invita a considerar la grandeza y dignidad de la vida humana. Como nosotros, el Hijo de Dios comenzó su vida humana en el seno de su Madre”. Por ello, este misterio nos recuerda que la vida humana tiene un valor sagrado que todos debemos reconocer, respetar y promover porque es un don de Dios.
Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la vida: el flagelo del hambre, que padece un tercio de la humanidad; la violencia doméstica y la muerte de tantas mujeres a manos de aquellos con los que compartían su vida; los accidentes de tráfico, consecuencia de la irresponsabilidad en la inmensa mayoría; los accidentes laborales que terminan en tragedia, fruto en muchos casos de un liberalismo económico desbocado; la tragedia del SIDA que llena de dolor a muchas familias; las drogas, que roban la libertad y arrancan la vida de tantos jóvenes; y sobre todo, el drama del aborto, que a su gravedad intrínseca, por ser la eliminación voluntaria y querida de un ser humano a petición de sus progenitores, se une la tragedia de su aceptación sin pestañear por una parte de nuestros conciudadanos en nombre del progreso y de la libertad de la mujer, y ante el que no cabe la excusa de su carácter legal, ya que no todo lo que es legal es moral.
Como nos recuerdan los Obispos de la citada Subcomisión, en los últimos meses, “la sociedad española se ha sentido conmovida por ciertas prácticas abortivas y la crueldad de los medios utilizados para ocultarlas”. Por otra parte, estadísticas bien recientes nos dicen que va extendiéndose en nuestra sociedad la aceptación social de la eutanasia. Por ello, bienvenida sea la Jornada de la Vida, que quiere ser una invitación a las comunidades cristianas a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su ocaso natural. De la oración debe brotar un compromiso decidido para sustituir la “cultura de la muerte” por una cultura que acoja y promueva la vida.
En su primera visita apostólica, en noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II nos dejó a los españoles este mensaje, que muchos años después no ha perdido un ápice de vigencia: “Quien negara la defensa de la persona humana más inocente y débil, de la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad”. Urge, por ello, que los católicos nos sensibilicemos ante este tema auténticamente mayor, que tratemos de sensibilizar a nuestros conciudadanos y que anunciemos a todos el Evangelio de la Vida.
En las últimas décadas ha crecido, gracias a Dios, la conciencia de la dignidad sagrada de la persona humana, pero de modo excesivamente selectivo. Todos abominamos de la tortura, de la pena de muerte y de la violencia contra las mujeres. Son muchos los voluntarios, sobre todo jóvenes, que se comprometen en el servicio a los pobres, aquí y en el Tercer Mundo. Aplaudo y apoyo las pacíficas manifestaciones de los militantes de nuestra HOAC diocesana cuando muere un trabajador en accidente laboral. Dios quiera que vaya creciendo también nuestra conciencia de que la vida debe ser promovida, tutelada y defendida en todas sus fases. En este sentido, respaldo y aliento además a las instituciones, confesionales o no, que promueven iniciativas a favor de la vida y que ayudan a las madres en circunstancias difíciles para que acojan generosamente el fruto de sus entrañas.
Ruego a los sacerdotes, catequistas, profesores de Religión y responsables de grupos y movimientos apostólicos que se impliquen en esta Jornada y que recuerden a todos que el derecho a la vida es el primer derecho fundamental. El pasado 18 de diciembre, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución por la que se invita a los Estados miembros a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Dios quiera que llegue también el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos el inmenso y trágico error cometido en los siglos XX y XXI por la humanidad.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
Mons. Juan José Asenjo Pelegrina,
Obispo de Córdoba
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Plenamente de acuerdo, simplemente sugeriría un empujoncito apostólico y llenaría un pequeño vacío detectado en los agradecimientos:
EMPUJONCITO: recordarnos a los católicos que no es lícito introducir en las urnas papelajos con las siglas de partidos políticos abortistas, cuyos miembros con capacidad de decisión están literalmente excomulgados según refleja nuestro Catecismo. El voto es el disparo, que, al final, es lo que mata. Montar la reflexión sin disparar le viene de perlas al enemigo.
VACÍO: Está bien agradecer a confesionales, aconfesionales, otras religiones… su labor por la vida. Decía San Agustín que la verdad es verdad la pronuncie quien la pronuncie, y agradecer a quien defiende la verdad es justo y noble. Pero, hombre, no está bien omitir, triste y precisamente, el agradecimiento a la labor más importante, más arriesgada, más noble en este caso: la realizada por los partidos políticos minoritarios que incorporan plenamente la defensa de la vida en sus programas electorales. De nuevo, el voto es el disparo y parece que agradecemos a todos los que van a la batalla sin escopeta y nos olvidamos de quien da en la diana plenamente. Es como si, a la hora de la verdad, no quieren que disparemos al enemigo.
Es un comienzo, que Dios les alumbre,
Miguel
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El único remedio , a estas alturas de la película y tal y como está el patio , es la difusión del Santo Rosario como instrumento de ofensiva y el Sagrado Corazón de Jesús como instrumento defensivo. A partir de una larga temporada dedicada a esta tarea de apostolado, ya podremos plantearnos la política con posibilidades de éxito.
MAG
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