LA VERDAD DE LA FAMILIA
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Cientos de miles de personas –según los organizadores cerca de un millón- participaron ayer de la gran celebración eucarística en la Plaza de Colón de Madrid de la solemne fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Una celebración en la que el Santo Padre Benedicto XVI, se dirigió expresamente a las familias españolas congregadas en Madrid con un mensaje via satélite entrañable, en el que las dijo: “Queridas familias, no dejéis que el amor, la apertura a la vida y los lazos incomparables que unen vuestro hogar se desvirtúen (…) El Papa está a vuestro lado, pidiendo especialmente al Señor por quienes en cada familia tienen mayor necesidad de salud, trabajo, consuelo y compañía. En esta oración del Ángelus, os encomiendo a todos a nuestra Madre del cielo, la Santísima Virgen María”.
El Cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, en su homilía, hizo un gran homenaje público a las familias cristianas españolas –a los padres, a los abuelos, a los hijos jóvenes y niños-, por ser testigos de la verdad de la familia, una verdad que es tan distinta a la que “en tantos ambientes de nuestra sociedad está de moda y que dispone de tantos medios y oportunidades mediáticas, educativas y culturales para su difusión”. Una verdad de la familia que, además, “es la que responde a las exigencias más hondas y auténticas de amor y de felicidad que anidan en el corazón del hombre”.
La razón de ser de la misa de ayer en la Plaza de Colón, intencionada y gravemente desvirtuada por la prensa laicista tanto ayer como hoy, fue doble: celebrar y testimoniar esta verdad. Cual es el derecho y el gozo de celebrarlo, es lo que más parece fastidiar a los cristofóbicos, pero si encima se testimonia públicamente, la irritación llega a extremos patológicos. En Cardenal de Madrid dejo bien claro que este testimonio responde a “la regla de oro” de toda evangelización, ya expresada por el Vaticano II y por Juan Pablo II: “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas”.
blogs.cope.es/diosesprovidente/
Cientos de miles de personas –según los organizadores cerca de un millón- participaron ayer de la gran celebración eucarística en la Plaza de Colón de Madrid de la solemne fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Una celebración en la que el Santo Padre Benedicto XVI, se dirigió expresamente a las familias españolas congregadas en Madrid con un mensaje via satélite entrañable, en el que las dijo: “Queridas familias, no dejéis que el amor, la apertura a la vida y los lazos incomparables que unen vuestro hogar se desvirtúen (…) El Papa está a vuestro lado, pidiendo especialmente al Señor por quienes en cada familia tienen mayor necesidad de salud, trabajo, consuelo y compañía. En esta oración del Ángelus, os encomiendo a todos a nuestra Madre del cielo, la Santísima Virgen María”.
El Cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, en su homilía, hizo un gran homenaje público a las familias cristianas españolas –a los padres, a los abuelos, a los hijos jóvenes y niños-, por ser testigos de la verdad de la familia, una verdad que es tan distinta a la que “en tantos ambientes de nuestra sociedad está de moda y que dispone de tantos medios y oportunidades mediáticas, educativas y culturales para su difusión”. Una verdad de la familia que, además, “es la que responde a las exigencias más hondas y auténticas de amor y de felicidad que anidan en el corazón del hombre”.
La razón de ser de la misa de ayer en la Plaza de Colón, intencionada y gravemente desvirtuada por la prensa laicista tanto ayer como hoy, fue doble: celebrar y testimoniar esta verdad. Cual es el derecho y el gozo de celebrarlo, es lo que más parece fastidiar a los cristofóbicos, pero si encima se testimonia públicamente, la irritación llega a extremos patológicos. En Cardenal de Madrid dejo bien claro que este testimonio responde a “la regla de oro” de toda evangelización, ya expresada por el Vaticano II y por Juan Pablo II: “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas”.
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