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La Ley cambia, la conciencia No




Suelo aprovechar el verano para revisar o ver por primera vez libros y películas. Casualmente me han prestado una cinta alemana del año 2005, dirigida por March Rothemund, que fue nominada al oscar como mejor película de habla no inglesa. Se trata de un biopic sobre una de las jóvenes que formaron parte del movimiento La Rosa Blanca en la ciudad de Munich durante la II Guerra Mundial. La cinta en cuestión lleva por título Sophie Scholl. Los últimos días.

La Rosa Blanca fue un movimiento estudiantil muy reducido que actuó en Munich en 1943. A raíz de las derrotas alemanas, especialmente tras Stalingrado, distribuyeron panfletos que fueron considerados derrotistas. Acusados de alta traición varios de sus miembros fueron condenados a muerte y ejecutados, entre ellos Sophie. Los aliados utilizaron una de sus octavillas para lanzarla de forma masiva sobre Alemania alentando a la rebelión contra Hitler.

Dejando a un lado el interés histórico de la película, que forma parte de una serie de cintas que se están produciendo en Alemania alejándose del maniqueísmo usual, creo interesante reflexionar sobre los interrogatorios de Sophie. Una estudiante de confesión protestante que hizo enfermería infantil y cuyo novio combatía en el Frente Este.

El interrogatorio a que es sometida plantea abiertamente el debate entre la ley y la conciencia. El funcionario nacionalsocialista representa y defiende la ley vigente, Sophie la conciencia. De ahí la frase que encabeza este artículo, “La ley cambia, la conciencia No”. Para la estudiante cuando ley y conciencia entran en punga debe primer la última.

Es curioso y significativo que los guionistas hayan querido utilizar como ilustración de esa pugna las leyes eugenésicas con respecto a los deficientes. Leyes por otra parte bastante extendidas en el norte de Europa en los años veinte y treinta. Sophie pone como ejemplo el asesinato de esos deficientes. Para el funcionario, de acuerdo con la ley, se trata de vidas sin valor, vidas inviables.

Para Sophie, en nombre de la conciencia, “ningún hombre, no importa bajo qué circunstancias, tiene derecho a dictar un juicio para el que sólo esta capacitado Dios. Nadie puede saber lo que sucede en el alma de un deficiente. Nadie sabe donde empieza la madurez que te hace ser consciente del dolor. Todas las vidas son valiosas”.

Palabras puestas en un interrogatorio de la Alemania de 1943 previas a un juicio. Palabras que igualmente podrían utilizarse casi setenta años después, porque las actuales leyes permiten el exterminio, eso sí en el vientre materno, de aquellos que tengan alguna deficiencia. La sociedad lo admite porque piensa que no se trata de vidas completas, que son vidas parciales y que no podrán alcanzar ni una vida plena, ni una vida feliz o que su andadura en este mundo será corta, por lo que es admisible ahorrar sufrimientos.

A Sophie, el funcionario le viene a contestar que lo que ella dice son tonterías, que existe un nuevo orden. Hoy se viene a decir lo mismo, se debe transigir con el nuevo orden.

Francisco Torres



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